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VIDA DE MADRE TRINIDAD PASO A PASO XI: NUEVA LLAMADA PARA LA ADORACIÓN

Cuando la madre Trinidad creía que el Señor ya no quería la reforma y la adoración por el fracaso referido y sufría por ello, si bien lo aceptaba, el Señor nuevamente vino a ella. Era el 6 de febrero de 1916, se encontraba en oración ante el Santísimo, que estaba expuesto por celebrarse en el convento el jubileo circular, sintió una llamada de Dios que vino a decirle que el mandato que había recibido anteriormente seguía en pie, pero que no se haría en San Antón, sino en otro convento.

«El 6 de febrero de 1916 –dice la madre Trinidad refiriéndose a ella–, esta religiosa sufría la mayor prueba de su Superiora, que la quería expulsar del convento por horribles calumnias. Ella se sentía morir bajo el peso de las tribulaciones y de la enfermedad, el demonio la probó queriéndola ahogar. Había jubileo circular en su iglesia y ella permanecía medio muerta en la adorable presencia de Jesús, y de la una a dos de la tarde, en la tribuna que da a la capilla de san José, quedó privada de sentido por unos minutos y vio claramente cómo el Señor la conducía por una senda escabrosísima a un campo espacioso en el que se levantaba un trono de adoración, rodeado de una comunidad capuchina, como ella manifestó a su confesor, convencida ser revelación de Dios que no era en aquel convento donde el Señor quería la adoración, sino en aquel donde le mostraba, siendo consagrado a su madre la Santísima Virgen. Cuando volvió de aquella suspensión, se encontró en vísperas, sin saber cómo ni quién la colocó en el coro. Se rezaba de feria II (pues era lunes) y en el salmo 115, v. 16, “O Domine, quia ego servus tuus”, quedó otra vez en la misma forma, entendiendo que Dios le pedía el sacrificio de dejar aquella su comunidad que tanto amaba, para que fundase un convento que le hiciera voto de adoración por la consagración que hizo al ingresar en aquel convento, a su dolorida Madre, a la que tomó por su misma madre y de la que recibió singulares favores. ¿Cómo…? Le fue oculto por entonces, que todo era obscuridad y tinieblas, solo descansaba en el corazón de la Purísima Madre.»

Poco tiempo después surgió la posibilidad de una fundación de capuchinas adoradoras del Santísimo Sacramento, que doña Rosario Solís de Pérez de Herrasti, condesa de Padul quería hacer en el convento de San Francisco de la Alhambra o en un palacio de la Cuesta de Gomerez, en Granada, para la madre Trinidad. La propuesta era halagüeña y todo parecía que había llegado el momento de la implantación de la adoración. La Condesa correría en esta fundación con todos los gastos de la obra y dejaba pingües rentas para el sustento de veinticinco monjas. Don Juan Cuenca, confesor de la madre Trinidad, acogió la propuesta de esta fundación con entusiasmo y se entregó a la negociación para que legal y materialmente todo quedase a punto. La alegría de esta propuesta pronto se difuminó. La madre Trinidad dice que le pareció ver a san Francisco que la reprendía por aceptar una fundación con tanto boato y riqueza y que impediría se llevase a cabo. La madre Trinidad no quería dar crédito a esto y le parecía una chifladura suya. Mas, estando en esto, llegó don Juan Cuenca a comunicarle que la fundación no se haría. Había surgido una dificultad: el Sr. Arzobispo, escuchando a las monjas de San Antón, dijo a los Sres. Condes que a la fundación no iría la madre Trinidad, y éstos no lo aceptaron y se limitaron con entregar 25.000 pesetas para la fundación que se hiciese. Así quedó frustrada esta fundación y con ello rotas de nuevo todas las esperanzas sobre la reforma y la adoración.

Continuará…

Causa Madre Trinidad Carreras

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