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    Gracias atribuidas a la intercesión de Madre Trinidad

    ALICIA YOLANDA GÁRATE, México 🇲🇽

    León Gto, a 12 marzo del 2011

    Me llamo Alicia Yolanda Gárate Álvarez, tengo 33 años y mi esposo es Rodrigo Pacheco Vega de 38. Vanos a cumplir 8 años de casados. A los dos años de casados decidimos tener un bebé, y al mes de planearlo ya estaba embarazada. Todo estaba bien, hasta que en la semana 16 notaron que el bebé que era varón, tenía un retardo en el crecimiento intrauterino bastante marcado. Comenzaron las dudas de cuál era el problema, los médicos me decían que probablemente era enanito. Incluso mi ginecóloga me recomendó abortar, pero mi esposo y yo decidimos continuar con el embarazo pasara lo que pasara. Al realizarme algunas otras pruebas de sangre me diagnosticaron síndromes antifosfolípidos, es una enfermedad inmunológica que provoca abortos

    repetidos, aquí la cuestión era que yo nuca perdí al bebé. Comencé a tratarme con
    anticoagulantes y llegué a la semana 30 dónde tuvieron que hacerme una cesárea debido a que el flujo placentario era casi nulo y ya había sufrimiento fetal. Mi bebé pesó 580 g, un peso bastante reducido para las semanas que llevaba, por tanto, tenía una desnutrición severa debido a la falta de flujo placentario, el bebé permaneció 6 meses en terapia intensiva con bastantes complicaciones y finalmente falleció.

    Los médicos me recomendaban que intentara embarazarme de nuevo, me decían que el síndrome antifosfolípido es una enfermedad recurrente que se podía tratar con anticoagulantes y la mayoría de los casos tienen éxito. A los dos años decidimos intentarlo nuevamente. Comencé a tratarme al inicio del embarazo, esta vez era una niña, pero desgraciadamente a la semana 16 volvió a presentarse el mismo problema. El medicamento simplemente no funcionaba en mí como en la mayoría de los casos. Los médicos planeaban nuevamente una cesárea antes de que las arterias uterinas se cerraran, con la finalidad de que la bebé ganara peso para que tuviera mayores posibilidades de vida. Pero durante el embarazo yo comencé a tener varias complicaciones extras, y el mismo proceso me ocasionó un lupus eritematoso sistémico. A la semana 30 fallece mi bebe in útero y me realizan un parto para extraerla.

    Mi esposo y yo habíamos perdido la fe, los médicos me decían que ya no lo intentara, que ya estaba en riesgo mi vida, que había desarrollado un lupus y que los tratamientos simplemente no funcionaban durante los embarazos. El problema es que no podía utilizar ningún método anticonceptivo hormonal, debido a que me podía dar una trombosis, por tanto, se complicaban más las cosas y las únicas opciones que teníamos era la adopción o un útero donador.

    Mi esposo no quería que me arriesgara, pero ante mi insistencia de tener un hijo optamos por un útero donador. Realizamos 4 in vitros, pero los 4 fallaron. El médico ginecólogo nos dijo que mi reserva ovárica era casi nula, que la misma enfermedad produce anticuerpos anti-ovario, los cuales provocan que se terminen los óvulos, que por tanto ya no podíamos tener la opción del útero donador. En ese momento la ventaja que observamos fue que no podía embarazarme nuevamente por tanto yo ya no correría riesgos.

    La única opción era la adopción. Yo comencé a tener una gran depresión, no dormía, no quería trabajar, estuve en tratamiento psicológico y psiquiátrico, comencé a darme cuenta de que estaba obsesionada con tener un hijo, que había intentado opciones que no eran coherentes con mis valores. Fue entonces que comencé a leer un libro «Meditaciones de la fe» el cual trata de los apegos, al leerlo cambió mi perspectiva de vida, esto literalmente de un día a otro, dejé los antidepresivos, y mi pensamiento era «Que sea la voluntad de Dios». Comencé nuevamente a trabajar en mi consultorio y en el Centro de ayuda Madre Trinidad.

    Al mes de haber recibido la noticia del médico acerca de que ya no tenía óvulos. Me doy cuenta de que estaba embarazada. Fue la noticia más terrible que tuvimos. ¿cómo era posible? ¿Tan mala suerte teníamos? Los exámenes de sangre nuevamente mostraban que el embarazo iba a ser igual a los anteriores. Yo lo sentía mucho por el bebé, lo único que quería, era que no sufriera, que lo mejor que podía pasar era que falleciera in útero como la última vez. Nunca pensé en abortar, era la voluntad de Dios. Le comenté a Sor Guadalupe Corte Ramírez, religiosa de la Congregación Esclavas de la Eucaristía y de la Madre de Dios. Sor Guadalupe es directora del Centro «Madre Trinidad»; ella me recomendó encomendarme al Santísimo, por intercesión de la Madre Trinidad, lo cual hice fervientemente, así como a la Santísima Virgen ofreciéndole, que, si mi hija salía adelante, se llamaría María, por supuesto que Sor Guadalupe me prometió suplicar a Madre Trinidad fuera la abogada ante Jesucristo Sacramentado para alcanzar su ayuda, así comenzamos las intensivas cadenas de oración.

    Comencé de cualquier modo con los medicamentos, buscamos a un ginecólogo especialista en estos casos, guardé absoluto reposo como en todos los embarazos, me mudé a la ciudad de México frente al hospital para cualquier emergencia, me realizaban igual que en los embarazos anteriores ultrasonidos para ver el flujo placentario cada 3 días y nuevamente en la semana 16 descubren el retraso en el crecimiento de la bebé. Íbamos por el mismo camino, pero en este embarazo todo estaba más complicado, el lupus se reactivó, comencé con un soplo cardiaco, hipertensión arterial y muchas más complicaciones. En la semana 27 se me vino una hemorragia, me tuvieron que hacer una cesárea de emergencia y nació «María» de 520 g, el 23 junio del 2010, tenía el menor peso en comparación de mis otros bebés, las posibilidades eran menores, cuando conocí al neonatólogo que la recibió le mencioné que no sometiera a María a una vida artificial, que le diera los cuidados mínimos para no alargarle su estancia hospitalaria, en resumen, evitar lo que sucedió con mi primer bebé. Desgraciadamente María bajó los primeros días a 440 g. Mi esposo la bautizó y todos en la terapia esperaban su muerte, pero increíblemente sólo estuvo intubada 3 días y cuando bajó a 450 g respiraba sola. El doctor Miguel Contreras, es una persona de pocas palabras. Él siempre fue reservado con el pronóstico de la niña, pero todos en la terapia, llámese médicos residentes, enfermeras y médicos interconsultantes estaban sorprendidos. María fue avanzando, subiendo de peso sin complicaciones y nos la dieron de alta a los 1.800 k. después de 3 meses.

    Actualmente María tiene 8 meses, 5 meses corregidos y está perfecta. Algunas de las secuelas de la prematurez extrema son: retraso mental, ceguera, displasia pulmonar, complicaciones motoras etc. María no tuvo ninguna, los médicos la ven muy bien y nosotros estamos felices y agradecidos con Dios, y con Madre Trinidad por su efectiva intercesión, no dudamos como personas de fe, que María es un verdadero milagro.

    DANIEL FERNÁNDEZ LÓPEZ, España 🇪🇸

    El tiempo pasaba, y el momento para ver la cara de nuestro bebé, estaba cada día más próximo. No podíamos imaginarnos lo que nos esperaba, vivíamos felices pensando que ya faltaba menos para tener a nuestro niño entre nosotros.

    Tan poco tiempo quedaba, que ya me habían dado la baja maternal, estaba contenta, pero a la vez nerviosa, eso significaba que el momento se acercaba. Ya tenía la maleta preparada. qué digo maleta, las maletas, ya que mi niño, también tenía la suya.

    A los tres días de comenzar a disfrutar de mis «vacaciones», utilizo la palabra vacaciones, porque no era necesario madrugar, no tenía que preparar clases, no asistiría a reuniones…voy a hacerme una de mis últimas revisiones, nunca me olvidaré, fue un 25 de enero. La ginecóloga que pasaba consulta era una que, por otras revisiones, no me parecía muy agradable y justo hoy, me va a tocar, pensé para mí. Al igual que en ocasiones anteriores, me hizo una ecografía, pero esta vez, su mirada era distinta a la de otros días, parecía que veía algo que no había visto antes. Muy cauta, dijo: «tengo que mandarte a hacer una ecografía en alta resolución, ya que no le veo bien la cabeza». A mí eso, no me gustó nada. Cubrió un impreso para que nos atendiesen en otra sala y nos fuimos a pedir cita a la planta correspondiente. Nos dijeron que fuésemos el miércoles por la mañana.

    Al llegar a casa, no dejaba de darle vueltas a aquel impreso que nos habían dado. En el apartado diagnóstico, se podía leer claramente «DILATACIÓN EN EL TERCER VENTRÍCULO». Tonta de mí, dije para mis adentros: «tiene algo en el corazón», pero dándole más vueltas, pensaba, «en el corazón no puede ser, porque sólo tenemos dos ventrículos», y como cualquier persona que quiere saber algo más, me fui de inmediato al «señor Google», escribí, «dilatación en el tercer ventrículo» y pude observar que el problema al que nos enfrentábamos estaba en la cabeza. ¡Qué horror!, pensé para mí. No dije nada a nadie, sólo a mi cuñada Inés. Cuando llegó Manuel, que es mi marido, me notó un tanto rara, pero no le dio mayor importancia.

    Estaba esperando al miércoles con impaciencia. Cuando llegamos a la sala donde me iban a hacer la ecografía, nos atendió la doctora Susana Blanco, una médica con mucha experiencia que se encarga de controlar los embarazos de alto riesgo. Me hizo una ecografía y su cara mostraba cierta preocupación, llamó incluso al doctor de la consulta contigua para pedirle opinión, y se confirmó su diagnóstico. Lo que nuestro bebé tenía era un «ANEURISMA DE LA VENA DE GALENO». Un nombre raro, como rara es la malformación, uno de cada cien mil niños la presentan. La doctora Susana Blanco, no podía decirnos nada más, ya que ni ella misma sabía a lo que se enfrentaba. Nos dijo que esperáramos al día siguiente y que ella buscaría la información necesaria para explicarnos cual era el problema en cuestión y su posible solución. Viendo nuestra cara, y el desmayo de Manuel, entendió la preocupación que nos acechaba y planteó la posibilidad de que fuésemos de nuevo a la consulta al cabo de tres horas, tiempo que dedicaría a recopilar los datos que ella necesitaba para decirnos algo más acerca de la malformación. Pasaron las tres horas y después de una ardua búsqueda, ya que hay muy pocos casos documentados, nos planteó los pros y los contras a los que nos enfrentábamos. Por una parte, nuestro niño, venía muy bien a no ser por su malformación, con la posibilidad de nacer como un niño normal y no tener que intervenirlo, pero, por otra parte, era una malformación peligrosa, ya que, al nacer, y cortarle el cordón umbilical, podía presentar insuficiencia cardíaca, tener que embolizarlo de urgencia con la posibilidad de morir. Esto nos cayó como un jarro de agua fría, tan felices que estábamos y ahora menudo problemón que se nos venía encima. Nos dio muchos ánimos, pero también nos dijo que ella, en Orense, en sus 20 años de experiencia, no había visto ningún caso. ¡Dios mío, qué horror! No nos podíamos creer lo que nos estaba pasando. Aquí comenzó nuestro ir y venir. Al día siguiente, teníamos que volver a la consulta, ya que un pediatra cardiólogo quería ver a nuestro niño para ver cómo funcionaba su corazón. También vendrían unos neurocirujanos para hablar con nosotros.

    Pasó la noche y llegó el día. Comenzábamos un día más de lucha. El pediatra, por medio de una ecografía, diagnosticó que nuestro bebé no presentaba problemas de corazón. Normalmente los niños con esta malformación vienen con otros deterioros físicos. Hablamos con los neurocirujanos, y fueron muy claros, nos dijeron que ellos aquí no tenían medios para solucionar la malformación, el único lugar en Galicia sería en Coruña, en el Complejo Hospitalario Juan Canalejo. Aquí fue cuando comenzamos a ver la magnitud del problema.

    El lunes, me hicieron una resonancia magnética que tendríamos que llevar al ir a Coruña para que os neurocirujanos valorasen la situación.

    El jueves, fuimos a Coruña para hablar con el Doctor Iglesias, un neurocirujano que nos iba a informar de la realidad de la malformación, ya que él todos los días hace casos de este tipo en personas adultas. El mencionado doctor, nos dijo que era un caso muy raro, ya que normalmente no se descubre en fetos, pero que veía posibilidades de solución. Creo que ni él mismo sabía a lo que se enfrentaba. y cuál era el problema en cuestión. De allí, nos derivó a la ginecóloga que me iba a tratar en el Hospital Maternal Teresa Herrera. Tuvimos que esperar un buen rato hasta ser atendidos, ya que nuestra cita no estaba prevista. Tras la espera, entramos en la consulta. Las esperanzas, no fueron muy alentadoras, pero teníamos alguna posibilidad de que nuestro niño se salvara. Nos citaron nuevamente para ingresar el lunes. En esa semana, me harían un estudio completo y programarían la posible cesárea.

    Fue éste un fin de semana muy tenso, no dejábamos de pensar en todo lo que se avecinaba. Llegó el lunes, y con él nuestra marcha a Coruña. Tras el ingreso, pasé el día sin hacer nada más. Sólo veía a mujeres ingresar para tener a sus bebés. y yo pensaba para mis adentros: «y mi niño cómo estará». Esto era una situación un tanto dolorosa, pero, por otra parte, feliz, ya que yo nunca perdí la esperanza, sabía que estaba ahí, notaba sus firmes y continuos movimientos. El martes, llegaba el día crítico. Me iban a hacer a lo largo del día, toda clase de pruebas. Comencé la mañana con analítica, le siguió una ecografía ginecológica y luego una ecografía de corazón. Todo esto, para después retirarse a deliberar el equipo médico y ver qué hacían con nuestro niño. Alrededor de las tres de la tarde, vino el Doctor Iglesias para hablar con nosotros. La tensión se podía notar en su mirada, el semblante preocupado y nervioso era perceptible claramente. Entramos Manuel y yo en una sala de juntas en la que había aproximadamente diez médicos. Hablaron dos de ellos, y lo que nos dijeron no fue muy alentador. Uno, dijo: «vuestro bebé se va a morir tan pronto como le cortemos el cordón umbilical», otro añadió: «eso no sería lo peor, ya que le pueden quedar graves secuelas irreversibles, y tendréis que decidir sobre su vida». El parto, sería por cesárea programada el 22 de febrero, justo el día del cumpleaños de Manuel. Esto a mí, no me gustó nada, ya que, según sus pronósticos, no sería una fecha feliz para recordar. Tras decirnos esto, se levantaron todos y se fueron. Nuestras caras, lo decían todo; preocupación, nerviosismo, pena, tristeza y… unas ganas de llorar terribles. Nos desahogamos como pudimos, y Manuel fue a buscar a la ginecóloga tratando de buscar… no sé lo qué, pero por lo menos consiguió que estuviésemos solos en una habitación, y también el poder quedarse conmigo las veinticuatro horas del día. Fueron unos momentos terribles, ante tal situación, tuvimos la «genial idea» de llamar a la ginecóloga de Orense. Le contamos lo que nos había pasado, y no daba crédito a lo que estaba escuchando. Muy amable, dijo que intentaría buscar otro camino, que nos llamaría en cuanto supiese algo, y así fue. Habló con un doctor de Madrid del “Hospital 12 de Octubre”, jefe de medicina fetal, el Doctor Galindo. Le contó nuestro caso, y él se interesó en el mismo. Nos recibiría el lunes 15 de febrero, por la mañana. En ese momento que nos enteramos de que había otra salida, parece que se nos abrió la puerta que teníamos tan cerrada y la cuál no éramos capaces de abrir.

    Pedimos la alta voluntaria en Coruña, no podíamos estar en esa habitación ni un minuto más. La tristeza y la depresión que teníamos, sólo se podía enmascarar con Valiums y tilas.

    Ya en casa, rodeados de los nuestros, se veía nuestra situación con otro color. Un color triste, sobrio, amargado, pero con tintes de verde esperanza.

    El domingo 14 de febrero, partimos a Madrid. Fue un viaje interminable, parando constantemente, ya que la presión que sentía era muy fuerte. Llegamos por la noche ya nos alojamos en un hotel cercano al “Hospital 12 de Octubre”.

    Por la mañana, ya en la consulta del Doctor Galindo, un atisbo de «vida», entraba en nuestras mentes. Tras una exhaustiva ecografía, para mí la mejor hecha en mucho tiempo, nos informó que teníamos un 11% de posibilidades de que nuestro niño se salvara. Para nosotros, escuchar esta frase, fue la mejor noticia recibida desde hacía muchos días, nos abría las puertas a un largo camino que todavía tendríamos que recorrer.

    El Doctor Galindo tenía que reunir a su equipo para consensuar fecha y hora de la intervención. Ese mismo día por la tarde, sonó el teléfono, era el mencionado Doctor. El parto sería por cesárea programada, el miércoles 17 de febrero, para lo que tenía que ingresar a las ocho de la mañana.

    El martes, fue para nosotros un día interminable, todo el día con contracciones y malestar general, pero tenía que aguantar un día, y ya todo pasaría para mí, pero no para el bebé, ya que habría que esperar para ver lo que el futuro le deparaba.

    El miércoles, comenzamos la jornada con ecografías, revisiones, analíticas, y después de tanta tensión acumulada, rompo aguas, esto significaba acelerar más aún todo el proceso. Una vez preparada para entrar en el quirófano, comenzaba de nuevo la tensión, ya que no sabíamos como reaccionaría nuestro niño al cortarle el cordón umbilical. Eran tales los nervios, que el anestesista casi no era capaz de ponerme la anestesia.

    Después de un tiempo dormida, pude ver la cara de mi niño y hasta darle un beso, luego se lo llevaron a cuidados intensivos. Manuel pudo verlo y estar con él, no tenía ni un solo tubo, ni él mismo se creía que el niño que ante el que estaba era su hijo, incluso le dijo a la médica que ese no era, ya que se imaginaba a un niño lleno de tubos y pinchazos.

    Respondió muy bien a su nueva situación fuera del vientre materno, aunque los médicos nos dijeron que no nos ilusionáramos, ya que podía presentar insuficiencia cardíaca en cualquier momento.

    Desde el conocimiento de la noticia, siempre pedía por el bebé a nuestro Padre del Cielo, y como no, a la fundadora de las Esclavas de la Santísima Eucaristía, MADRE TRINIDAD. Siempre tuve fe en ellos, ya que sabía que no me iban a abandonar. Era consciente de que había muchas personas pidiendo por mi niño. Desde las hermanas de la congregación, hasta el amigo más amigo. Todo esto hacía que me hiciese fuerte, y eso se lo transmitía a mi retoño.

    Después de veintidós días hospitalizado, por fin le dieron el alta. Parecía que los días más críticos habían pasado, pero nos esperaban continuas revisiones, pruebas y muchos pasos que dar para conseguir tener un «niño normal».

    Todos los meses, teníamos que ir a Madrid a hacerle chequeos médicos para ver cómo iba su corazón y el aneurisma. En una de las revisiones, nos informan que harán la embolización en torno a los cinco meses, pero que ellos no tienen experiencia en el tema, que los mejores especialistas en este tipo de malformaciones, está en Francia, en el Hospital Bicétre.

    En Madrid, habían hecho cinco casos y en bebés recién nacidos y ninguno de ellos había sobrevivido. Lo extraño de estos niños, es que resistan al cambio de medio vientre materno-vida autónoma hasta los cinco meses. Suelen presentar complicaciones en las primeras semanas de vida.

    Teníamos cierta preocupación, pero a la vez, estábamos felices porque nuestro niño estaba adaptado al medio con gran fortaleza.

    Pasaron los meses, y nuestro retoño ya tenía tres meses de vida, nos encontrábamos en una situación difícil, ya que sabíamos que con los servicios médicos de Madrid no podíamos contar, conocíamos su inseguridad y nuestra única alternativa era París.

    Se podía ver en nuestras caras la preocupación que nos acechaba. Teníamos que conseguir cita en Francia como fuese, pero no sería tarea fácil. Nos esperaban viajes a Madrid, llamadas, visitas a médicos, entrevistas con inspectores de sanidad…un ir y venir, hasta que por fin conseguimos que la seguridad social permitiese que nos fuéramos fuera de nuestras fronteras para intentar encontrar una solución.

    Mientras tanto, mi consuelo era contarle mi circunstancia a Madre Trinidad, a la vez que le pedía porque todo se solucionara lo más pronto posible.

    Una Hermana de la congregación, a la que tengo un cariño muy especial, me envió un trocito de tela de «nuestra Madre», junto con la novena y una reliquia. Todos los días pedía por mi niño al tiempo que coloqué la reliquia y la tela en la cuna de nuestro bebé. Esto me producía cierta tranquilidad, ya que nunca perdí la fe, y todavía esperaba que el milagro de la vida y el sosiego llegara a nuestro hogar.

    Por fin, tras muchas vueltas, cuando Daniel, ahora sí puedo ponerle nombre, ya que lo bautizamos en una ceremonia muy íntima por si nuestro «angelito» sufría algún revés. Nos pusimos en contacto con el Hospital de Bicétre cuando Daniel cumplió los cuatro meses. le enviamos toda la documentación que estaba en nuestras manos; pruebas, ecografías, resonancias… y su respuesta fue inmediata. A los dos días del envío, ya teníamos fecha y hora para el ingreso y la intervención. Sería el ingreso el 19 de Julio, y la intervención el 20 de Julio.

    Partimos rumbo a París el 16 de Julio, ya que fuimos en coche. En avión, según la información que nos dieron los médicos, no podíamos viajar y en tren, era complicado, por lo que decidimos hacerlo por carretera.

    Íbamos ilusionados, pero con cierto temor, mucho temor, ya que podíamos venir sin nuestro niño, esto, sería horrible, pero la fe, estaba viva en nuestra mente.

    Llegó el día del ingreso y con mucha tristeza, veíamos a Daniel en su cunita reír y patalear. Este mismo día vino la Doctora que lo iba a intervenir, nos habló de los pros y los contras de la operación que no eran pocos, y además muy serios, Daniel, empezaba a correr peligro y esto había que intentar solucionarlo. Posiblemente tendrían que hacerle tres intervenciones ya que su problema estaba en una zona muy delicada y con una embolización, no conseguirían tapar las cuatro arterias que desembocaban en la vena de Galeno. Aquí nuestra desesperación se hizo más intensa, pero continuamos así hasta el día siguiente que sería cuando embolizarían a nuestro niño.

    Se lo llevaron a quirófano en torno a las ocho de la mañana. Es imaginable nuestro estado de ánimo. Antes de marchar, pasé por su cabecita la reliquia de Madre Trinidad y le pedía con todas mis fuerzas que todo saliera bien. Éramos muchos pidiéndole, y nuestra Madre a la que tantas veces pedía y canté tenía que oírme e interceder por su niño que la visitó en la Casa General cuando apenas tenía tres meses de vida.

    Tras dos horas interminables para nosotros, salió la doctora, y con una sonrisa en sus labios, nos informó cómo había salido la embolización. Fue perfecta, y lo más increíble, fue que consiguieran cerrar dos arterias, las otras dos posiblemente cerraran solas, ahora tendríamos que esperar un día para saber si sufriera daños cerebrales. ¡Qué martirio!, esto no había terminado aún. Teníamos que esperar veinticuatro horas que al final se convirtieron en treinta. Después de este tiempo de espera, que parecía corto, pero que realmente no llegaba nunca a su fin, la doctora nos informaba que teníamos ante nosotros a un niño «¡normal!». Justo esta noticia maravillosa coincide con el día de su santo, el 21 de Julio, una casualidad digna de recordar y celebrar. Nuestra alegría era inmensa, no nos lo podíamos creer.

    Estuvimos ingresados cuatro días más y el domingo le dieron el alta, sin medicación alguna y con muy buen estado general. Al cabo de los seis meses de la intervención le harán una resonancia magnética con contraste, será en Enero. Estos resultados, se los enviaremos al Hospital de Bicétre para que valoren si lo vuelven a intervenir o no. Lo peor está pasado. Consiguieron solucionar el 80% del problema.

    La realidad es que nuestras vidas dan muchas vueltas. Cambian de rumbo a su antojo. La de Daniel, fue y vino. Al nacer, el milagro de la vida, ese milagro que tanto pedimos a Madre Trinidad y dio su fruto, y después el milagro de la ciencia. Tenemos que dar las gracias a muchas personas, quizás a más de las que conocemos, pero, sobre todo, a una gran persona muy defensora y amiga de los niños que desde el cielo nos guiaba e interceda por nosotros cada vez que nuestras fuerzas flaquean.

    CARMEN GÓMEZ SUAREZ, España 🇪🇸

    Carmen Gómez Suárez se encontraba desde hace tres o cuatro años con una pierna bastante mal, pues padece de várices, y un día, sin darse cuenta, recibió un golpe reventándose una de ellas. Esto trajo como consecuencia la ulceración de la herida, que tomó carácter alarmante, subiendo la inflamación hasta la rodilla.

    Tratado por especialistas de Granada y Almería, le quitaron, casi esperanzas de curación, no mandándole tratamiento ninguno, únicamente que estuviese en reposo y que si volvía a la vida activa se le reproduciría la herida.

    A ruegos de la enferma, le mandaron unas pastillas que de nada le sirvieron. Un día, su cuñada, Carmen Martín, religiosa de las Esclavas de la Santísima Eucaristía, que estuvo mucho tiempo junto a la Madre Trinidad, conociendo su virtud y abnegación, le envió una estampa con el propósito de que le pidiera curación. Con mucha fe, todos los días al acostarse y levantarse así lo hacía. Por el momento, la inflamación ha desaparecido, así como el color morado que rodeaba la úlcera, de la que no queda hoy señal. Desde hace tres meses hace vida normal; acude a su trabajo, donde permanece varias horas de pie.

    Carmen Gómez Suarez – Berja (Almería)

    COLEGIO CHAMPAGNAT , Perú 🇵🇪

    El padre de unos de nuestros niños del colegio estaba enfermo gravísimo del corazón. Tenían que intervenirlo. Esta operación nunca se había hecho en Lima y fuera de Perú le costaba ochenta mil soles. La familia no tenía medios para este gasto y la situación era grave en todos los sentidos.

    El enfermo pidió a su esposa una oración especial a las Madre del Colegio. Lo hicimos así; encomendamos el caso a la Madre Trinidad y con todos los niños pedimos también.

    La operación duró diez horas. Antes del mes, el enfermo, ya estaba curado, iba a su trabajo, agradeciéndonos todos cuanto habíamos pedido por él.

    SEÑORES ALONSO , España 🇪🇸

    En Madrid en el mes de septiembre de 1968, a la niña Ana María Alonso Rodríguez, de diez años, le dio un dolor fuerte de apéndice. El doctor que la reconoció comenzó a tratarla durante tres o cuatro meses de acetona y nos dijo que no era nada de cuidado. Pasaba el tiempo y la niña iba de mal en peor, con fiebre tan alta que el termómetro no marcaba más.

    Le hicieron muchos análisis de varias clases y no daba nada. Pero un día tuvo perforación de apéndice y así perforada estuvo trece días, según nos dijo después el doctor que la operó. Ante este caso extremo la encomendamos de corazón a la Madre Trinidad y le pusimos una estampa de ella con un pedacito de tela de su uso, comenzando a pedir con insistencia por nuestra hija que se moría. Cada momento que pasaba se agravaba más, tanto es así, que le pasamos una cerilla encendida delante de sus ojos y no hacía movimiento alguno.

    Después de estos trece días, los médicos no querían intervenirla, pero ante la insistencia nuestra lo hicieron a vida o muerte. Al fin, cuando salía del quirófano, fuimos a darle las gracias al doctor porque nuestra hija vivía y él, impresionado, nos dijo: “No me agradezcan a mí nada, esto ha sido un milagro; den gracias a Dios”.

    Nuestro párroco, que estuvo presente en la operación, al ver aquello ofreció una Misa en acción de gracias hablando a los fieles del caso tan grave de la niña. Nosotros agradecidos, prometimos participar en una Misa en la capilla de las Religiosas.

    Señores de Alonso, Madrid.

    MERCEDES CASADO , España 🇪🇸

    Es para mí una gran alegría el poner estas letras relatando un gran favor de la Madre Trinidad, que considero milagroso.

    Desde julio de 1975 y durante once meses, he estado con una infección al riñón y pierna que me ha costado mucho dolores y molestias. Después de análisis y radiografías apreció Enel mes de abril de 1976 una piedra de tamaño de un garbanzo que agravaba la situación debido a mi edad.

    Como quiero tanto a la Rvdma. Madre Trinidad y le tengo gran confianza, le encomendé la solución de mi enfermedad. Me puse una estampa suya en la parte afectada y con muchísima fe empecé a hacerle la novena.

    El día 22 del mismo mes volví a hacerme nueva radiografía y para nuestro asombro, la piedra había desaparecido; yo no la expulsé ni sé por dónde andará; la cosa es que tanto los dolores como la infección han desaparecido, así como el dolor del hígado que el médico opinaba que era causado por lo mismo. Me dio el alta y me dijo que, si sentía nuevas molestias, fuera, pero no me ha hecho falta: me siento estupendamente y me muevo más que antes.

    Lo que estoy es muy impresionada, muy impresionada. He colocado un cuadrito de la Madre en la mesita y no hay día que no la bese y le rece, pidiéndole que siempre esté a mi lado y al de mi familia.

    No puedo remediarlo, estoy impresionada; nunca sentí esta fe que tengo. ¡Bendito sea Dios y bendita ella! Yo estoy segura de que la veremos en los altares.

    Por carta en correo postal de fecha 17 de julio de 1976

    ÁNGEL CONDE NIETO , España 🇪🇸

    El 20 de mayo de 1967 Ángel Conde Nieto, obrero en una empresa de excavaciones, hermano de dos religiosas nuestras, sufrió un grave accidente de trabajo. Estaba con otros dos compañeros en una excavación y cayeron sobre ellos 60 m2 de piedra. Dos de ellos resultaron muertos. Ángel quedó gravísimo. Tenía una fractura de cráneo y el fémur izquierdo deshecho. Lo ingresaron en una clínica de Gerona, desde donde avisaron a la familia. Aquí en Madrid, estaba una de sus hermanas religiosas y salió al día siguiente con su madre para verlo. Las religiosas de la clínica dijeron que no saldría de aquella noche. En la intranquilidad llamamos por teléfono a las cinco de la mañana del día siguiente y seguía gravísimo.

    Empezaron a tratarle la fractura de la cabeza que era lo más urgente. Enseguida de recibir la noticia comenzamos una novena a la Madre Trinidad fundadora. En todas las casas pidiendo curación. A los pocos días estaba en franca mejoría. Ni una sola vez le fallaron los sentidos y quedó perfectamente como si no hubiera ocurrido nada.

    Quedaba la fractura del fémur. Tenía el hueso completamente deshecho. Era una operación muy laboriosa y peligrosa. El enfermo estuvo otra vez gravísimo, tuvo pérdidas de sangre y se quedó sin tensión. Mientras tanto todas las religiosas seguimos rogando. Fue una operación lenta pero perfecta.

    Al cabo de un año se reincorporó al trabajo completamente bien. No se ha resentido de nada, ni siquiera se le nota cualquier gesto al andar, cosa verdaderamente milagrosa después de todo lo que tuvo.

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