«…Mucha oración humilde y llena de fe y no tema!… «.

Con la misiva en la mano, mi compañera Stella a mi derecha, y con la Virgen de Gádor en mi corazón, me adentré en la noche con la misión de llevar la carta a su destinatario. La noche era fría, oscura y peligrosa, salvo por la luz que emitía mi amiga la luciérnaga, y el ulular de los búhos junto a las sombras de los enormes árboles, creaban una atmósfera de lo más lóbrega. ¿Qué si tenía miedo?

Bajé por el puentecillo roto, a mitad del camino Stella se adelantó y volvió a mí realizando sus movimientos y resplandores de alerta. Me detuve, y al final del puente se oía acercarse hacia nosotras un chasquido metálico. No sabía muy bien si seguir andando, retroceder o esconderme, y antes de ser capaz de reaccionar, surgió de la nada lo que parecía un venerable anciano con un bastón que mirándome a los ojos exclamó: Buenas noches nos de Dios, ¿Dónde irá con este frío? Yo vengo de un muerto, ¡Enjannatá la pobre de la mujer se ha ‘quedao! ¡Ni ‘pa présules tiene ya! ¡Qué penica Dios mio!

Y siguió su ruta sin mirar hacia atrás, mientras Estella y yo nos mirábamos aliviadas de que aquél señor, no hubiera sido nadie pernicioso. Cruzamos por completo el puente roto y si no recuerdo mal hay que girar a la derecha.

“ Bajando hasta el puentecillo roto, giras a la derecha ¡Cuidado, no levantes sospecha! Por Peñarodada un tejado rojo de madera…”.

¿Levantar sospecha? Repentinamente, brotaron a mi alrededor varios lobos gigantescos de color grisáceo, el aliento que salía de sus bocas era visible en una noche gélida como esta. Me miraban fijamente y emitían unos llantos que me aterrorizaban por completo. Stella con un vuelo agerrido, se metió dentro de mi bolsillo y tirando fuerte, sacó el trapo de cocina gris que me había dado María antes de mi salida. En su interior, un trozo de pan con un poco de panceta por si me entraba hambre durante mi encargo. Los lobos se tiraron codiciosos de inmediato a por la comida, encetando una refriega entre ellos, que nos permitió salir de allí despavoridas como gallinas que ven su final.

¿Dónde estamos? Con la carrera nos despistamos un poco y perdimos de vista el puente. Stella ascendió hasta conseguir ver donde nos encontrábamos y con un ademán me hizo entender que debía seguir su brillo una vez más. Tras caminar más de treinta minutos conseguimos ver un tejado rojo de madera. ¡Ahí debe ser! Exclamé con entusiasmo echando a correr hacia la entrada. Los perros de la residencia comenzaron a ladrar sin parar y me agaché con las manos en la cabeza creyendo que eran de nuevo los lobos. ¡Ay Madre!

-¿Quién anda ahí? – Interpeló una voz de mujer que salió a ver que ocurria.

-¿Se encuentra bien joven?

Quité mis manos de la cabeza y respondí. – ¡Los lobos! ¡Los lobos!

-Tranquila hija que son los chuchos. ¡Venacápacá! ¡Pasa, pasa, ‘cuidao con el tranco! ¿Vienes de parte de Sor Trinidad verdad? Anda vente conmigo que tendrás más hambre que los „pavicos‟ de la tía Anica. ¿Te gusta el gurullo? ¡He hecho una comida que no la „blinca‟ ni el galgo!. – Me decía sin entender yo nada, la mujer que parecía trabajadora de aquella casa.

-Traigo un recado… – Dije con el miedo todavía en el cuerpo.

-¡Ay un ‘recao dice! ¡Un mandao ‘ía! ¡Tu eres forstera vaya! – Me interrumpió con sorna.

En ese instante, apareció una señora muy bien vestida como para solo dormir, se acercó hasta nosotras con paso ligero.

-¿¡Qué ocurre Antonia!? – Preguntó

-Nada señora… una carta de sor Trinidad que nos trae esta muchacha.

-Léamela.

“Amadísima hermana mía en Jesús Hostia:

Le envío esa señora que hablará con V. para que le diga hora de salida de la Alsina a Madrid; y que ahí no sepan quién es ni a donde va.

Espero a V. unos días que vendrá a los Ejercicios y entonces hablaremos de todo. La amo muchísimo en Jesús. Él nos une cada vez más en su divino Corazón y sabe lo mucho que la recuerda al pie del Sagrario, su afectísima,

Sor Trinidad.”

Al terminar de leer el escrito, la señora cogió del brazo a Antonia y replicó:

¡Antonia prepare todo, nos vamos a Madrid!

Mis ojos se debieron encender como dos estrellas en el firmamento… ¡Mi oportunidad de volver se hacia más real! ¿Real? Bueno ya me entendéis.

¡Ay Madre!  Continuará…

Causa Madre Trinidad Carreras

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