Uno de los más señalados favores que me hizo el Señor, el haberme dado unos padres temerosos de Dios y hartamente piadosos, que educaron a sus hijos en la santa fe católica y amor de Dios.
Mi padre, Don Manuel Carreras Chamorro, a la edad de quince años quiso ser militar y marchó a Guadalajara, estuvo muchas veces en grave peligro de perder su vida en cumplimiento de su deber, y la Virgen Santísima, de quien fue devotísimo, le libró cuando la invocaba con fe y amor de hijo. Muchas veces le escuché decir: ““Siempre estaré bendiciendo a mi madre la Virgen Santísima la protección y cariño con que me acompañó siempre en todos los pasos de mi vida…”.
Viajo sin un céntimo desde Jaén pasando por Málaga, donde conoció a quien sería su esposa, y juntos, llegaron a un pueblecito de la vega de Granada llamado Monachil. La divina Providencia dispuso todo lo necesario para que este buen hombre uniera su vida con quien me daría a mí la mía.
Nos contaba muchas veces cuando éramos pequeños …
“Quería encontrar una compañera ideal que me hiciera feliz… y no veía nada que llenara mi corazón, a ella (la Virgen de las Victorias, Patrona de Málaga) encomendé con toda la fe de mi alma este asunto y puso en mi camino una mujer dotada de un alma hermosísima con un corazón de ángel, ¡vuestra madre! … ”.
Mi padre, era un hombre con un gran corazón para los pobres a quienes repartía cuanto ganaba, hasta el punto de quitarse sus ropas para vestir algún pobre desnudo, como un invierno, volvió a casa sin capa porque encontró un pobre medio muerto de frío y se la dio; y mientras tuvo, no dejó nunca de socorrer todas las necesidades, y siempre llevaba detrás de él muchos pobres que le llamaban su padre.
Doña Filomena Hitos Linares: mi madre vivió y murió como una santa mártir, llena de alegría llevaba sus penas, sin consuelo humano, el Señor la inundaba de alegría. Disfrutó de unos padres piadosísimos y acomodados que vivían holgadamente con lo que les producían sus fincas, y educaron a sus hijos con arreglo a su clase; eran siete; seis hijas y un varón, dos de ellas fueron religiosas, los otros cinco casaron, con la dicha de ver consagrados a Dios en el estado religioso diez nietos, tres jesuitas y siete monjas.
Necesitaría mucho tiempo, para describir la vida de mi santa madre, y no es eso lo que tengo mandado escribir. Solo diré que su fe y amor de Dios era tal… que antes de poder hablar, mi corazón amaba a Dios y quería ir al cielo. ¡Con tal unción y amor nos hablaba de Dios que lo veíamos en todo! Sin apenas pronunciar palabra nos enseñó los actos de fe, esperanza y caridad. Sus hermosos ojos de continuo los veíamos llenos de lágrimas, mirar a la Sagrada Familia que la tenía en todas las habitaciones, y cuando alguien la miraba sonreía con una discreción y talento que procuraba distraerlos a todos con su carácter jovial y expresivo. Mis abuelos maternos se dedicaron a formar de aquella niña tan amada, una buena religiosa, pero era tan viva y alegre que no la podían sujetar, tan traviesa que en todas partes escribía versos, y les parecía que no tenía vocación, y pensaron volviese a su casa, como en efecto sucedió, siendo la alegría y consuelo de su familia. El Señor le dio once hijos, murieron cuatro y le vivieron siete, yo fui la cuarta, los tres primeros varones, y ella pedía mucho a nuestro Señor y a la Virgen y san José una niña que fuese su consuelo; y el Señor le concedió cuatro niñas seguidas, dos murieron, y quedamos dos que fuimos capuchinas (en el convento de San Antón de Granada).
Como nos preparó mi santa madre, no podré expresarlo… todo su afán que Jesús no encontrase en el alma de sus hijas ni la más pequeña sombra… Ella no confió a nadie nuestro cuidado, de noche nos hacía ver cómo quedábamos bajo el manto de la Santísima Virgen, custodiadas por los ángeles… y cuando nos quitó la cuna, y mi hermanita no quería dormir sola, nos pusieron a las dos juntas en una camita junto a su cuarto, y no se iba hasta dejarnos dormidas, hablándonos de Dios, de la Santísima Virgen y de los santos. Nos decía que entre las dos dormía el Ángel de la Guarda…
Uno de los más señalados favores que me hizo el Señor: el haberme dado estos padres que tanto amé…