2022Causa

Vivir junto a la Eucaristía, mi vida y aliento.

By febrero 11, 2022 marzo 22nd, 2022 No Comments

Mercedes pasó los dos primeros años de postulante realizando quehaceres tan duros, que se pasaba todo el día trabajando y limpiando el convento y como casi no pisaba el noviciado, algunas monjas le decían ―si había entrado de criada o para monja‖. En el plano físico ese ritmo severo de trabajo, aunado a los ayunos numerosos y a la penitencia, terminaron por hacer mella en su organismo, al punto que enflaqueció y enfermó de su estomago. Indudablemente que además de sus malestares físicos, Mercedes también resentía las heridas internas producidas por los comentarios agrios, las órdenes y opiniones divergentes de las numerosas hermanas ancianas, pues una daba una orden y otra más, una distinta. Esos choques terminaron por hacer mella en su carácter tan vivo. Ella misma confiesa que ―tenía un genio fuertísimo, con naturales inclinaciones de soberbia, orgullosa, fogosa, activa con un temperamento decidido, y que en cierta ocasión, su crisis espiritual arreció tanto que, pensó que ese no era su lugar.

Por si todavía faltara un obstáculo más en esa etapa del postulantado Mercedes tenía que lidiar con la oposición de su tía sor Mercedes, a quien literalmente consideró ―su mayor tormento durante el noviciado‖. La oposición de la tía era tan pertinaz y decidida, que en cierta ocasión que su abuela vino a visitarla, además de tratarla con brusquedad desmedida, la empujaba a que se marchara. Las dificultades arreciaron tanto que la misma abuela la presionó retirándole parte de la ayuda económica que le ofrecía.

El tono testimonial de Mercedes lo registra con mayor elocuencia:

«Un día en el locutorio hablando con mi abuela me dijo: Prepare sus cosas que se va con la abuelita, porque su caridad no tiene cabeza y antes que se enferme o inutilice, que la tengan que echar por enferma, se va con su padre y le ahorra la criada y la lavandera. Me cogió aquello tan mal y tan desprevenida que llena de soberbia le contesté mal, con muy mal ejemplo, que mi abuela me reprendió mucho y me amenazó con retirar la pensión de una peseta que venía pagando diariamente, y se negó en darme el dote que me tenía ofrecido, si me empeñaba en continuar allí».

Sin embargo, ni las pesadas tareas domésticas, ni las duras penitencias, ni la oposición del convento y de sus familiares lograron doblegarla. Mercedes había alcanzado, siendo todavía muy joven, una fortaleza superior a su edad. Indudablemente que la había ido consiguiendo en los diálogos íntimos y bien correspondidos, que vivía con Jesús Sacramentado. El encuentro íntimo e intenso con Jesús la sacaría a flote de ésta y otras dificultades.

Carlos Maciel del Río
15 de junio del 2007

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