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«Amaros con entrañas de madre».

¿Cómo ama una madre?

¿Conoces un amor más fuerte?

¿Has podido experimentarlo?

Es tiempo propicio para replantearnos nuestros sacrificios. ¿Por qué lo decimos? Pues porque mientras más ostentosos sean, más queda relegado a un lado el “mandamiento del amor”.

Trinidad Carreras Hitos, era una mujer “visionaria” en el buen sentido de la palabra, pedagoga, religiosa, fundadora, pero sobre todo madre. Sabía que para que el edificio vivo del Instituto se mantuviese en pie, era necesario cohesionar sus cimientos en las Roca eterna que es Cristo y su caridad infinita: “Hijas mías, acordaos bien llevar en la memoria y en el corazón las palabras que tantas veces rezamos: “Dios es caridad…”

Por eso gusta repetir a sus hijas y a todo el que haciendo una lectura actual de sus escritos quiera beber de su savia espiritual: “Una cosa voy a pediros por el grande amor que tenéis a Jesús dulcísimo, a su adorable Corazón en la sagrada Eucaristía: “Amaos los unos a los otros, como yo mismo os he amado” (Jn 13,34; 15,12). Estas palabras dulcísimas del divino Maestro, quisiera se grabaran en nuestras almas como dichas a nosotras mismas desde el augusto tabernáculo a quien adoramos y buscamos a cada hora del día para saciar la sed de amor que enciende en nuestras almas en esas horas felices de adoración que cada día y noche ofrecemos en reparación de tantos corazones que le odian y ofenden”.

No se trata de una obligación, en ella, es un instinto espiritual del alma enamorada del Esposo: “…Jesús nos amó; que viváis unidas siempre como esposas del que nos mandó amarle como el más grande y mayor de sus mandamientos, y que sus apóstoles y discípulos vivieron con un solo corazón y un espíritu”.

Sabe que todo lo que ha hecho no le pertenece, es parte de un regalo, de un don recibido y que debe proyectar como don a los demás. Esos demás, serán las miles de almas que entre niños, padres y trabajadores, han participado y celebrado junto a la Congregación en estos casi 100 años de vida. Ella misma se considera ofrenda: “Somos suyas, nos quiere y nos pide la imitación perfecta de su vida de víctima, y para cumplir sus mandamientos y su ley bendita nos escogió por sola su misericordia a esta dilectísima vocación eucarística donde tantos años venimos consolándole y haciéndole compañía”.

Estos escritos, retazos de un alma abismada en Dios, pero a la vez tan humana, los escribe desde Lisboa (1943) “Fiesta del santísimo Corpus Christi. ¡Nuestra gran Fiesta! ¡Día del Amor!”.

Al final insiste, persiste una y otra vez, redunda en una idea que la trae como obsesionada, porque sabe que de ella depende todo el proyecto fundacional y en una aplicación más extensiva, la vida de fe: “Sí, quiero pediros y repito mis súplicas a vosotras todas mis carísimas madres y hermanas, amaos con la caridad de Jesús y María, nuestra dulce madre, amaros en obras, imitar al divino modelo Jesús, vuestra caridad sin egoísmos, sin quejas, sin murmuración, humilde y obediente como Jesús y María. ¿Con quién habló la santísima Virgen María, nuestra dulce madre, dónde dejó, ni de palabra, ni por escrito las grandes y heroicas virtudes de su vida?… ¡sus ejemplos santísimos!… en el Calvario. ¿A cuánto de aquellos crueles enemigos que daban muerte a su Hijo santísimo se quejó?”.

Es como un resumen de I Cor.13, otro reclamo a la caridad que es la base de todo lo que es bueno, santo y justo. Antes de dejarnos arrastrar por la cultura de la ostentosidad, vamos y debemos regalar a Dios el mejor de los sacrificios. Amar a todos y en todo momento. Ya lo dice la Madre: “Dios es caridad…”.

Causa Madre Trinidad Carreras

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