Hacia 1930, justo donde dejamos la primera parte de esta serie dedicada al pensamiento misionero en Madre Trinidad, esta, ha sido abadesa por dos veces en Chauchina. Las vocaciones son muchas así que bien aconsejada, comienzan las fundaciones. Serán las hijas de aquella primera casa de Chauchina. En Chauchina, recordemos, la Madre puede vivir por primera vez en “odres nuevos”, la experiencia Eucarística como un llamado especial y comunitario.

Hasta el momento de salir de San Antón, todos los esfuerzos habían sido infructíferos. En la lógica de Dios, todo contratiempo ayuda también a llegar “al momento” en el que Él nos pide lo que nos pide, entonces es cuando hemos de responder.

Si queremos entender la vida, los escritos y las acciones que realizó Madre Trinidad, es imprescindible que la Eucaristía sea el prisma que todo lo ilumine, sin ella, nada en la vida de la Madre habría tenido el mismo curso. Estar acompañando al Señor es su tesoro y su primera ocupación: “que las almas religiosas se acercaran al fuego de la sagrada Eucaristía y creía ser la más hermosa misión que el Señor nos daba”.

Es junto a Él que ella se siente tranquila tomando decisiones, porque sabe que, si hace lo que Dios le inspira, no tendrá problemas pese a que los comienzos pintan difíciles: “Entre nosotras está y vive diariamente en la santa Eucaristía el Mesías deseado de los siglos, el divino Redentor, nuestro adorable Jesús”.

 El Maestro vive entre ellas y eso infunde fuerzas. Cuando se ven pequeñas al compararse con otros institutos religiosos de enseñanza, dado lo reciente del propio carisma, sabe en quién ha confiado: “¡Cuántos se extrañarán que, habiendo tan innumerables institutos de enseñanza, con los últimos adelantos, vengan unas pobres penitentes del desierto de la clausura a enseñar, estando necesitadas de ser enseñadas!… Llenas de gran fe y santa humildad, digámosle lo que el santo Precursor contestó a los que interrogaban si era Cristo, Elías o algún Profeta: “Yo soy el que viene del desierto a preparar y disponer los caminos por la penitencia y el bautismo que doy, los corazones y los espíritus, para que reciban dignamente a aquel que viene a salvarlos” (cf. Jn 1,23).

Por ahora el plan inicial no cambia en lo sustancial. La Madre recibe el llamado a implantar la adoración en la primera comunidad que funda, luego funda otra casa o monasterio en Berja réplica de aquel primero de Chauchina. Siguen siendo monjas contemplativas, aunque con el apostolado de las niñas y su educación. Así que cuando habla de misión, lo hace entendiéndola como ese apostolado concreto y doble que realizan: oración eucarística y enseñanza.

Por una parte, su adoración del alma, la energía que la hace dar todo de ella: “…no debe quedar duda a la capuchina eucarística de su misión en la tierra «hostias puras y santas, hostias santas ofrecidas al Señor», como nos dice san Pablo. Comprenderéis, hijas mías, lo que quiere decir capuchinas eucarísticas, que su misión en la tierra es adorar a Dios en el Santísimo Sacramento como le adoran los ángeles en el Cielo… «en espíritu y en verdad». Procurar su gloria y atraerle almas que le amen y adoren y nosotras servir al Señor en todas nuestras obras haciéndonos una misma cosa con Él y si Él es fuego divino de amor, destinado a abrasar las almas e inflamar en nuestros corazones las llamas de la más pura y ardiente caridad”.

Y por otra parte los niños, esa conjunción que logra, ese equilibrio perfecto en misionar a través de la infancia pobre. Dejemos que nos lo cuente ella en una carta escrita en Chauchina el 1 de enero de 1926 a la “muy Rev. Madre Mercedes de Jesús Crucificado Hitos”: “Recuerdo que cuando era pequeñita en Santa Inés tenían un cuadro de san Francisco Javier con el pecho abierto y le salían llamas de fuego y quedé admirada y sor Catalina Rico, que me veía tan fija en aquel santo, me preguntó: ¿Qué haces aquí? Y yo toda ignorante le contesté: ¿Quién abriría a este santo el pecho y le pegó fuego? Y riéndose mucho me dice: “El Señor se lo abrió para que llevase ese fuego a los indios que salvó en las misiones”. Yo también querría ir con él, pero mi papá de seguro no me deja ir. Y entonces me dijo ofreciese las oraciones, comuniones y mortificaciones por los misioneros y salvaría tantas almas como el santo, y desde aquel [día] ofrezco mucho por los misioneros. Pero ahora aquí veo que sin ir a misiones podríamos acercarle muchísimas almas a Jesús cogiendo tantas niñas abandonadas que no conocen a Dios, y siento unos ímpetus a veces de disfrazarme e ir en busca de esas almitas que vemos desde aquí en esos campos ofendiendo al Señor. Si nosotras más generosas y sacrificadas diésemos a esas almas unas horas de doctrina cristiana y las atrajésemos con cariño maternal a Jesús, y evitásemos que esas almas pecasen, enseñándolas a amar al Señor ¿no le parece sería una misión hermosísima?

Cuántas veces he meditado la Presentación al Templo de Nuestra Señora. Ese nuestro convento como titular, lo tenemos en la Iglesia, el cuadro hermosísimo. Como esa purísima Niña María recogiésemos en su obsequio 15 almitas bajo el maternal amparo de la Niña Inmaculada, ¿no le parece sería el mejor obsequio que haríamos a Jesús y María?

Pues este es el ideal que llevé siempre en mi alma, que las monjitas de clausura recogiesen 15 niñas de 3 años hasta los 15 o 20, y esas almas llevarían el sello de la maternidad de la Virgen, nuestra madre María Santísima, y Jesús recibiría de ellas el holocausto de su virginidad en su oración ferviente, aplacarían la ira del Señor que diariamente provocan los pecados y deshonestidades en el vestir de las mujeres cristianas sin fe.

¡Bien sabe!… Esto, como vuestra caridad conoce, fue mi tendencia, que las monjas de clausura educaran las pequeñitas cristianamente y a hacer labores y trabajos que ganasen su vida en cualquier estado… y nadie me negó que aquel anhelo de mi alma fuese locura ni ilusión; al contrario, me animaban a ello confesores, padres y prelados a quienes consultaba. Por último, el Sr. Cardenal me prometió ayudarme, como lo hizo. Pida al Señor que sepa darle a Jesús lo que quiere de mí y me perdone y salve”.

Dejamos este episodio en la reciente fundación de Berja. La historia aún tiene mucho para darnos así que hasta la próxima. Continuará.

Causa Madre Trinidad Carreras

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