Obrad el bien y poned toda vuestra confianza en el Señor, que es él que nos ha de salvar”.

Levanté la mirada de aquella luciérnaga que me había encandilado por completo, me encontraba en el medio de un bosque desconocido, oscuro y frondoso. Al fondo una luz en lo que parecía una casa enorme. Me acerqué, y el insecto regresó repitiendo los ademanes en un nuevo intento de comunicación conmigo. -¿Quieres que vaya hasta esa casa? -Pregunté como una boba al bicho. En ese momento la luminiscencia se hizo intermitente, diferente. -¿Eso es un sí? -Dudé de nuevo. -Espera…¿Nos encontramos en un bosque ahora? La refulgencia se repitió. -Vale…¿Está lloviendo en este instante? -Cuestioné. El destello cambió de patrón e incluso de intensidad y entendí, que la respuesta que me estaba dando era negativa. ¡Increíble! ¡Ay Madre!

Me puse en camino hacia aquella casa, buscando por donde sería la entrada para llamar y pedir algún tipo de ayuda. La luminosidad de la luciérnaga me servía de apoyo en tal negrura y casi sin tropezarme, llegamos hasta lo que parecía una cancela y un portón abierto. -¿Hola? -Pregunté en voz alta. -¿Hola? -Repetí hasta en cuatro ocasiones sin tener réplica ninguna.

La luciérnaga a la que a partir de ahora llamaremos “Stella”, oscilaba dentro y fuera invitándome a irrumpir en el lugar. ¿Pero cómo iba a entrar en una morada sin ser convidada?

Una vez dentro, curioseando con la vista, pude ver diferentes imágenes sacras como la Santísima Virgen, y un Jesucristo bellísimo que parecía decir: adelante, no tengas miedo.

Al pasar por una habitación, vi a una persona sentada de espaldas en un escritorio antiguo ¡Era una monja vestida de marrón!, parece que escribía con una lamparita sobre la mesa y tosía de vez en cuando. Me apresté a saludar cuando pude percatarme que aquella monja… aquella monja era… ¡¿Madre Trinidad?!

El sobresalto no fue pequeño y en ese estado de conmoción, mi solución fue esconderme detrás de una Virgen rodeada de enormes conjuntos florales ¿Por qué hice eso? Todavía me lo pregunto. La hermana salió del aposento en dirección contraria a la mía, no pude ver bien su rostro, y en mi desmedida curiosidad, entré al habitáculo y me fui directamente a ver quien firmaba la correspondencia. ¡Sé que no está bien aquello que hice! Pero te recuerdo que no sé ni donde estoy ni en que año…

La carta decía así:

Berja, 12 de septiembre de 1932

Sra. Dª Sofía Sánchez Alfambra

Amadísima hermana mía en Jesús Hostia:

Le envío esa señora que hablará con V. para que le diga hora de salida de la Alsina a Madrid; y que ahí no sepan quién es ni a donde va.

Espero a V. unos días que vendrá a los Ejercicios y entonces hablaremos de todo. La amo muchísimo en Jesús. Él nos une cada vez más en su divino Corazón y sabe lo mucho que la recuerda al pie del Sagrario, su afectísima,

Sor Trinidad.

¡Ay Madre! ¡No lo podía creer! Confirmamos por una parte que aquella bondadosa monja que ha estado aquí es Madre Trinidad, que estamos en el año 1932 y en Berja (Almería). Al dejar de nuevo el papel en la mesa y en el periquete que iba a colocar el pisapapeles nuevamente… una brisa se levantó llevándose consigo la misiva en una corriente de aire que salió por la ventana abierta, dejándome con la boca de par en par, asustada como la niña a la que le han dicho eso no se toca… ¿Y ahora qué? ¡Tenía que recuperar aquel escrito de cualquier forma y ponerlo en su lugar! Continuará…

Causa Madre Trinidad Carreras

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