Como miembro de la Congregación de las Esclavas de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios, con mucha alegría y entusiasmo os hablo de nuestra espiritualidad eucarística. A través del carisma inspirado por el Señor a nuestra querida Madre Trinidad fuimos llamadas a vivir esta espiritualidad lo más perfectamente posible. La Eucaristía es, pues, para nosotras, el centro de nuestra vida y de todo lo que la constituye. Nuestra querida fundadora, Madre Trinidad del Purísimo Corazón de María se expresaba así: “sin la Eucaristía, nuestro instituto no tendría razón de ser”.

Nosotras, las hermanas Esclavas de la Eucaristía y de la Madre de Dios, diariamente, en el inicio y fin de los actos comunitarios interiorizamos esta, nuestra misión, rezando: “Adoremos a Dios, en espíritu y en verdad”. Partiendo de este principio, al ser llamadas por el Señor a tan alta dignidad, asumimos con humildad, dentro de nuestras fragilidades humanas, vivir siempre fascinadas por el sol de la Eucaristía, el pan partido y repartido, Sacramento de la Presencia real de Jesús vivo y resucitado en medio de nosotros.

Lo esencial para nosotras, Esclavas de la Eucaristía, es vivir eucarísticamente, es decir, en permanente actitud de entrega, de generosidad y de acogida a Dios y a los hermanos, como hizo Jesús que, al partir, quiso quedarse entre nosotros de esta forma tan sublime, que sólo un Dios podía concebir y realizar! Como Él, somos llamadas a estar siempre disponibles, a silenciar, a acoger, a olvidarnos de nosotras mismas para atender a los que nos necesitan o buscan. Como Jesús y con Él, ser pan, dejarnos “comer” para que los otros se sacien…

¿De dónde nos viene la “fuerza interior” para actuar así? El secreto está solamente en esto: la adoración amorosa, la contemplación, la alabanza, la acción de gracias, el silencio adorador, la pasión por Cristo y por la humanidad de la que somos parte y queremos atraer hacia Él, así como el ejemplo de la Virgen nuestra Madre, la primera adoradora, que guardaba todas las cosas en su corazón y que siempre nos inspira en la misión de acoger, educar y formar en los valores humanos y cristianos a los niños, adolescentes y jóvenes que frecuentan nuestros centros de enseñanza así como a los adultos que colaboran con nosotras. Con ella aprendemos diariamente a cultivar esta actitud de “esclavas” libres para vivir en una disponibilidad y apertura total a los planes del Señor sobre cada una de nosotras, planes que Él va realizando a través de su Espíritu, de nuestros superiores y de nuestro “Sí”. Queriendo siempre hacer Su Voluntad, como nuestra querida Madre Trinidad.

Para terminar citaré una frase de San Juan Pablo II en su carta encíclica “La Iglesia vive de la Eucaristía”, nº 25, que se aplica a todos los fieles y de modo especialísimo a nosotras, religiosas, Esclavas de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios: “ La Eucaristía es un tesoro inestimable: no sólo su celebración, sino también la permanencia delante de ella fuera de la Misa, nos permite beber en la propia fuente de la gracia. Una comunidad cristiana que quiera contemplar mejor el rostro de Cristo, no pude dejar de desarrollar también este aspecto del culto eucarístico, en el cual perduran y se multiplican los frutos de cuerpo y la sangre del Señor”.

Con un saludo fraterno y congregacional! “¡Adoremos a Dios! ¡En espíritu y en verdad!”. Ir. Ana Paula Tavares Lopes

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