2023Literatura

¡Ay Madre!: la señora marquesa

«Vuestros altares son Dios mío lo que os pido, esa es la cima donde quiero fijar mi mirada».

Me asomé por la ventana viendo como el papel se entretenía jugando en corrientes de aire, alargué mi mano en un intento nulo por atrapar la carta, saqué medio cuerpo fuera hasta que vi, como quedaba atrapada entre las ramas de un árbol que tenía justo frente a mi. Miré hacia atrás, escuché que alguien venía y decidí salir por la ventana sujetándome del alféizar dejando colgar mi cuerpo. ¿Será posible? ¿Dónde la habré dejado Dios mio? En esta casa siempre se pierden las cartas. Escuchaba a una voz hablar, mientras yo me mantenía suspendida. Miré hacia abajo y la altura no era demasiada, así que decidí soltarme haciendo ruido entre los setos sobre los que caí y rápidamente me escondí. Allí seguía el comunicado, atrapado entre el ramaje, siendo de vital importancia recuperarlo y ponerlo en su sitio. Después de mirar a ambos lados y sacudirme la ropa, fui hasta aquél manzano y trepé por el tronco, como había visto otras veces intentarlo a los peques en el cole. Estiré mi brazo lo más que pude, con su mano y sus cinco dedos que rozaban la misiva que finalmente cogí y me guarde en un bolsillo. Me solté y caí de espaldas al suelo sin hacerme daño, aunque digan lo contrario mis posaderas… me levanté veloz, y agitándome nuevamente la ropa fui hasta la puerta de entrada. Colándome de nuevo, sentía que transgredía todas las normas que tuviera este lugar, pero el objetivo era mayor que yo. ¿Que sucedería si la correspondencia no llega a su destinatario? No tenía tiempo para hacerme preguntas y me apresuré hasta la habitación, una vez en la puerta, me asomé con mucho cuidado asegurándome que no hubiera nadie en su interior.

Pasé mientras sacaba el papel de mi faltriquera, estaba todo arrugado pero se entendía perfectamente lo que ponía. Lo coloqué sobre el escritorio como si no hubiera pasado nada, pero para no levantar sospechas, pensé, que lo mejor era introducirlo en el sobre que allí había. Después de darle un lametón y cerrarlo lo abandoné.

Salí de la alcoba cerciorándome de nuevo no ser vista, por fin había conseguido mi propósito y respiraba más tranquila… ¿Y ahora que? ¿Qué debía hacer? ¿Dónde está Stella? Me preguntaba mientras caminaba por el interior de la casa. -¡Por fin! ¡Por fin! ¡Gracias a Dios! – Decía la voz de un hombre que se acercaba a mi. -Imagino que le habrá costado llegar hasta aquí… no se preocupe… ya ha llegado… ¿Juana Teresa verdad? ¡Venga, venga, no sea tímida! ¡Tengo grandes referencias de usted! ¡Su padre supo ganarse una muy buena reputación como trabajador en la ciudad! -Se expresaba un señor al que desconocía por completo.

Cuando me quise dar cuenta, estaba caminando con el señor que más tarde se presentó como Don José, que me llevó hasta un lugar donde habían diferentes maletas. -Llévelas hasta la puerta de la entrada, más tarde busque a Encarnación que estará en alguna estancia, que le de un uniforme, bienvenida -Dijo José tomándome por lo que parecía, como la nueva empleada del hogar y marchándose de allí.

Sin pensarlo y para no suscitar desconfianza, acaté el mandado y en cuatro viajes puse aquellas maletas pesadas donde me dijo. En ese instante, entraba por la puerta principal una señora muy bien vestida sujetando un parasol precioso de color azul con bordados exquisitos. Me dedicó una mirada de abajo arriba y arqueando sus cejas exhaló: ¿Y tú, quien eres?

Debía responder, pero no sabía como hacerlo, ¿Digo que mi nombre es Juana Teresa y que mi padre es el reputadísimo trabajador de la ciudad? O mejor.. ¿Que vengo del año 2023 y hablo con una luciérnaga? La voz de Don José interrumpió, lo que era una incipiente conversación entre aquella señora y yo. -¡Marquesa! ¡Bienvenida! Esta joven es Juana Teresa, la hija de Ramón “el sastrecillo”. Y tomando la maleta de la señora marquesa, se fue con ella dejándome un gran alivio por no tener que mentir. ¿Se supone que tengo que buscar a Encarnación para que me de un uniforme? ¿Irme de aquí? ¡Ay Madre!  Continuará…

Causa Madre Trinidad Carreras

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